El demonio no ama a la familia, es por eso que trata de destruirla
El enemigo “ataca tanto a la familia, el demonio no la ama”. “Y trata de destruirla, trata que el amor no se libere”. Papa Francisco
El enemigo “ataca tanto a la familia, el demonio no la ama”. “Y trata de destruirla, trata que el amor no se libere”. Papa Francisco
Y todos estos privilegios corresponden a la perfección de este admirable Santo y a sus virtudes tan grandiosas, porque la Divina Misericordia se inclinó a ellas y le miró con mucho agrado, para conceder admirables misericordias para José y para los que acuden a su intercesión”.
Ni una sola vez en la Biblia oímos una palabra del gran San José. Este silencio de san José es muy elocuente; nos enseña una actitud fundamental para entrar en profunda oración: el silencio.
Toda persona que quiera compartir la alegría de su fe en un mundo necesitado de Dios. En especial, todos aquellos que buscan sentido al sufrimiento para descubrir que no están solos, que tienen una Madre que los ama y esta ansiosa por llenar con amor los vacíos que tiene su alma.
Señor, cobija a mis padres con tu manto de amor y bondad y hazlos sentir dichosos, enérgicos y llenos de Ti. Y a nosotros cólmanos de vida, amor y bondad para poder retribuirles desde lo más profundo de nuestra alma todos esos momentos maravillosos que han dejado grabados en nuestro ser, como huella indisoluble que permanecerá con nosotros para siempre.
“En la casa de Nazaret reinaba la Voluntad Divina como en el Cielo así en la tierra. Jesús y la Madre Celestial no conocían otra voluntad, San José vivía de su reflejo; pero Jesús era como un Rey sin pueblo, aislado, sin corte, sin ejército y María como una Reina sin hijos, porque no se veía rodeada por otros hijos dignos de Ella a los cuales poderles confiar su corona de Reina, para tener la estirpe de sus hijos nobles todos reyes y reinas.
Es el lugar que se encuentra cercano a la gruta de la Natividad en Belén.
En este lugar los Franciscanos montaron un santuario y allí colocaron un ícono de la Virgen María amamantando al Niño Jesús
También nuestro José se puso a orar, y después tomó un breve descanso sobre el duro suelo, no habiendo otra comodidad. La Divina Madre estaba toda absorta en altísima contemplación, y ya estaba al tanto de cómo había llegado el tiempo en el cual debía nacer el Redentor en ese establo, donde contemplaba el gran misterio.
Es de noche. José está durmiendo en su modesto lecho, en su diminuta habitación. Su sueño es pacífico, como el de quien está descansando del mucho trabajo cumplido con honradez y diligencia.
Mientras me hallaba meditando en la historia de la borriquilla empeñada ahora para cubrir los gastos de la circuncisión, y pensando que el próximo Domingo, día en que tendrá lugar la ceremonia, se leería el
Evangelio del Domingo de Ramos, que relata la entrada de Jesús montado sobre un asno, vi un cuadro del cual no puedo explicar bien el sentido ni sé dónde se realizaba.
Si bien no siempre podemos controlar las fuerzas externas que trabajan contra nosotros, podemos orar por el perdón, la reconciliación y la curación de las heridas físicas, emocionales y espirituales […]
Es una gran gracia poder aprovechar una catequesis verdadera y adecuada que nos es otorgada desde el Cielo por la boca de aquellos que ahora sufren, porque esas gracias, en ese momento, las rechazaron por su orgullo.
El silencio de José centra la atención en el misterio que los evangelistas nos relatan: el Mesías que va a nacer y ha nacido. José sabrá estar discretamente en segundo plano alentando desde lo oculto, sin otro protagonismo que su amor callado, sin quedarse al margen, comprometiendo su persona en atención silenciosa y decidida, cuando se trata de dar pasos concretos.
“Ojos altaneros, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, (Proverbios 6, 17)
Los labios sinceros permanecen por siempre, la lengua mentirosa dura un instante. (Proverbios 12, 19)
El justo odia la palabra mentirosa, pero el malo infama y deshonra. (Proverbios 13, 5)
La lengua mentirosa odia a sus víctimas, la boca melosa labra la ruina. (Proverbios 26, 28) Guardaos, pues, de murmuraciones inútiles, preservad vuestra lengua de la maledicencia; que la palabra más secreta no se pronuncia en vano, y la boca mentirosa da muerte al alma. (Sabiduría 1, 11)
de la hondura de las entrañas del seol, de la lengua impura, de la palabra mentirosa, (Eclesiástico 51, 5)
Y me dijo Yahveh: «Mentira profetizan esos profetas en mi nombre. Yo no les he enviado ni dado instrucciones, ni les he hablado. Visión mentirosa, augurio fútil y delirio de sus corazones os dan por profecía. (Jeremías 14, 14)
Y en cuanto a vosotros, la unción que de El habéis recibido permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas – y es verdadera y no mentirosa – según os enseñó, permaneced el él. (I Juan 2, 27)”
Señor mío, en este momento de vacío recurro a tu poderosa presencia para hacerte saber que me encuentro sólo, deprimido y pobre en espíritu.
Mi corazón se siente abatido, acongojado y lleno de dolor. Ya mis ojos no logran ver ninguna esperanza que pueda consolarme el alma y hacerme levantar de esta nube gris.